En entrevista con María José Soto, de Bio-Bio la radio, hablamos de Escrito en cirílico y algunas otras cosas.
Aquí la entrevista completa.
En entrevista con María José Soto, de Bio-Bio la radio, hablamos de Escrito en cirílico y algunas otras cosas.
Aquí la entrevista completa.
Abel Fernández-Larrea ha ganado, en el transcurso de los últimos años, varios premios por su obra literaria. En el 2008, Abel ganó la Beca de Creación Caballo de Coral del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso por Absolut Röntgen, un libro de cuentos donde el escenario narrativo se sitúa en Rusia y en Ucrania. En el 2012 ha recibido el Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas por el volumen de cuentos Berlineses. Y para cerrar el año, acaba de recibir el premio UNEAC por su cuento “Los héroes de la clase obrera”.
El volumen del que me interesa hablar, por la naturaleza de este sitio web, es por supuesto Absolut Röntgen, publicado por la editorial Caja China en el 2009. Antes de su publicación como libro, Absolut Röntgen había merecido otros premios: se trata de un proyecto por el que en el 2008 Abel Fernández-Larrea recibió la Beca de Creación Caballo de Coral, del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Sus cuentos Yodo y Baikonur, pertenecientes a este volumen, obtuvieron en ese mismo año mención del Concurso César Galeano y el premio Mangle Rojo, respectivamente.
Absolut Röntgen está compuesto por diez cuentos que tratan del accidente nuclear de la estación de Chernobil, en 1986 en Ucrania. Algunos de estos relatos son: “Yodo”, “Sangre de dinosaurio”, “Días de noviembre”, “Baikonur” y “La metamorfosis de Yulia”.
En este link podrán encontrar su cuento “La mujer de Lot“, del volumen Absolut Röntgen. El cuento fue publicado en el sitio web Isliada. En este otro, podrán encontrar “Yodo“, de la misma colección, publicado por La Jiribilla.
Aquí les dejo, mientras leo el libro para poder comentarlo, algunos links:
Este apareció en el Portal Cubarte, por José Miguel Rodríguez Ortiz: “Absolut Röntgen: un soplo de aire fresco en la narrativa joven contemporánea“.
Recomiendo también este link: “Manera de escribir el cubano en ruso“, de Justo Planas Cabreja.
Alberto Garrandés publicó esta reseña en Cubaliteraria: “Absolut Röntgen o el mundo absorto“.
Por último, les dejo un link a una entrevista de Abel Fernández-Larrea con Justo Planas, donde habla de su libro de cuentos, de la influencia rusa/soviética en su escritura y también de la novela en la que está enfrascado ahora, cuya trama ocurre en Moscú y cuyo título provisional es 1991.
Escrito en cirílico. El ideal soviético en la cultura cubana posnoventa (Editorial Cuarto Propio, Dic. 2012)

Los hechos reales conforman lo que nos define, pero no siempre se concede importancia a las subjetividades históricas. Damaris Puñales Alpízar repasa las relaciones entre Cuba y la URSS a partir de los años veinte del pasado siglo para explicar vínculos entre países distantes geográficamente, pero cercanos en afanes políticos y procesos culturales. Con las indiscutibles ventajas del insider, Puñales Alpízar concibe e inserta el término comunidad sentimental soviético-cubana en las matrices del surgimiento y devenir de la conciencia nacional. ESCRITO EN CIRÍLICO. EL IDEAL SOVIÉTICO EN LA CULTURA CUBANA POSNOVENTA, da cuenta de lo sucedido a niveles precisos y también se escurre por los intersticios para mostrar a la contemporaneidad los lazos bajo la grieta, el camino que va de lo impuesto a la relación natural.
Este volumen se centra en las décadas de 1960 a 1990 y la influencia de éstas en la producción cultural posterior a ellas. Valora detalles simbólicos como la cohesión de una lengua, el legado emocional y estético, la educación sentimental y académica generadora de nostalgias, independientemente de credos y filiaciones políticas. Valiosas obras literarias influidas por “lo soviético”, que alcanzan madurez intelectual paradójicamente después del fin de la URSS y no durante sus años de presencia real, son expuestas con sagacidad. Los acercamientos críticos de estas páginas revelan la importancia de la subjetividad en el conglomerado de identidades en tránsito, dispersas y múltiples, configuradoras de la ineludible Cuba actual. A la manera de Bloom, Puñales Alpízar concibe la crítica como forma autobiográfica. Nutrida por la barthiana estética del fragmento muestra generaciones que, formadas bajo la ascendencia soviética, constituyen hoy parte de la saludable diferencia en el panorama antropológico de la isla y más allá de sus fronteras naturales.
Laura Ruiz Montes
Poeta y ensayista
Premio Nacional de la Crítica 2010
Esta noche del viernes 23 de noviembre de 2012, se presenta en Nueva York (52 Prince St.) el libro Caviar with Rum: Cuba-USSR and the Post-Soviet Experience. El libro, editado por el escritor cubano José Manuel Prieto y la profesora norteamericana Jacqueline Loss, presenta 14 ensayos sobre el legado soviético en Cuba, un fragmento de la novela Vidas de Roxy. O el aplatanamiento de una rusa en Cuba, del escritor cubano Pedro Manuel González Reinoso y una sección gráfica a cargo del artista plástico cubano Antonio Eligio Fernandez, Tonel.
La mayor parte de los ensayos publicados en este volumen fueron presentados durante el simposio “Cuba–URSS y la experiencia pos-soviética”, organizado por Prieto y Loss en el año 2007 en la Universidad de Connecticut.
La presentación está a cargo de Rachel Price (Assistant Professor de la Universidad de Princeton) y Maxim Matusevich (Associate Professor de la Universidad de Seton Hall).
Mucho se ha hablado y bastante se ha escrito a estas alturas sobre la influencia y la presencia del imperio soviético en Cuba en los años que corren entre 1960 y 1990. Tras la declaración del carácter socialista de la Revolución Cubana, en abril de 1961, Cuba se alineó oficialmente con el socialismo soviético y pese a los desencuentros vividos entre los dos países durante esos 30 años -cuyo punto más álgido fue sin dudas la crisis de octubre en 1962-, la isla caribeña mantuvo estrechos vínculos con la Unión Soviética a todos los niveles: material, ideológico, gubernamental, económico, cultural… Pero la presencia soviética no se limitó únicamente a Cuba. En otros países de nuestra América también se hizo patente, de diferentes maneras. Hoy quiero compartir con ustedes una noticia que acaba de salir en Chile en la que se da cuenta de las relaciones entre el gobierno de Salvador Allende (1971-1973) y la URSS, y cómo se tradujo materialmente esa relación. Agradezco a Cristián Gómez Olivares por avisarme de esta publicación que ahora les presento:
Una extinta fábrica, 153 edificios y más de 3.500 departamentos al estilo de la vivienda social rusa es la poco recordada huella de la ex Unión Soviética en nuestro país. Una huella que rescata Andrés Brignardello en el documental KPD: Una escena de la Guerra Fría en Chile, donde rememora el origen de una serie de conjuntos habitacionales en Quilpué, Villa Alemana y Miraflores Alto, en Viña del Mar, que siguen en pie tras una inédita cooperación tecnológica rusa, forjada en 1972 para la política habitacional del gobierno de Allende y continuada en parte por el régimen militar.
(Text read during the inauguration of the photo exhibition)
Damaris Puñales–Alpízar.
The first thing that I have to ask you is that, please, do not judge me as a photographer because I am not. The pictures that you are going to see today, and hopefully, also in the next few days, are part of my research. When I was researching about my topic, the Soviet influence in the Cuban cultural production after the nineties, I realized that there are still a lot of physical traces of the Soviet presence in Cuba. And I started wondering what these physical objects meant to the formation of the Cuban identity. That’s why I started photographing the objects that you are seeing today –and in that sense I am really grateful to all the persons in Cuba who opened the doors of their houses and allowed me to take pictures of their personal belongings. My final inquire here is how the materiality is intertwined with the Cuban identity after the 90s.
As many of you know, Cuba and the Soviet Union had a strong relationship for more than 30 years, from the 60s until the collapse of the Soviet Union in ‘91. These 30 years of relations between the two countries meant not only economic, political and, of course, ideological ties but also a cultural relation that covered basically every aspect of the Cuba life during those years. In a sense, we can say that in those days, or at least in most of them, Cuba was kind of isolated in relation to the rest of the world. The main ties were with the Soviet Union and other countries from the Socialist block, so this isolation and the consumption of symbolic and material Soviet goods allowed the formation of an identity that is in so many ways linked to the Russian heritage.
At least two generations that were born and educated during those Soviet years in Cuba, became adults after the end of the Soviet Union, or close to its end. I have labeled that group of Cubans a sentimental community because all the memories from their childhoods are directly connected with the soviet experience. This is a community formed by Cubans born and educated on the island between the 60s and the 80s, who studied Russian language and literature, watched Soviet cartoons and movies, and in many cases, went to the Soviet Union to study.
In the pictures here, I wanted to also present the artistic work of some of them, so you can have an idea of how much the Soviet influence is present in their cultural production. As it is obvious in these framed images, and also in some of the books that are on display, daily contact with the Soviet experience produced an aesthetic where the use of Soviet references is frequent. This Soviet aesthetic includes literature, cinematography, music, theatrical performances and even online sites. This presence appears not just as physical traces but also as the representation of a nostalgic space and as the allegory of an identity in transition.
The objects you are going to see in these photos are still in use in Cuba. How have these objects constructed a historical identity related to the former Soviet Union and how do they work as symbols of that identity? Is it possible to talk about cultures in suspension taking into consideration that many of these objects work only as an empty shell that it is necessary to fill now?
I hope this exhibition opens a debate about these and many other questions regarding cultural formations in different societies. I believe that these pictures will work as a perfect complement to the research I have been doing during the last few years. They will illustrate many of the main points I address in my work as literary critic. This exhibition is an example of an innovative approach to literary and cultural criticism, usually confined to academic articles to be read only by scholars working on a specific topic. My project goes beyond traditional ways of thinking about cultural production because it becomes a cultural production itself. The debate and discussion that I hope it will open will help me to advance my research and to incorporate the results of the debates into my analysis.
Since this project is based on the intercultural relations between Cuba and the former Soviet Union, it opens a space to discuss how different societies are configured differently. It will work as a snapshot of a period of time: the decades between the 60s and the 80s, and how those decades have influenced, modified and shaped contemporary Cuban society and cultural production. Cuba, so close to the United States, remains unknown in many aspects to our students and communities. This exposition will function as a starting point to allow a wider vision of Cuban society, its history and its day–to–day problems.
Although these pictures were taken with the main goal of illustrating my book, where I make some theoretical analysis of the contemporary cultural production in Cuba and the role that Soviet aesthetics plays in it, I feel their exhibition might contribute to broaden the understanding of cultural differences and make us aware of how cultures in contact interact with each other. Our campus being such a diverse community with a focus on an international perspective, I believe the exhibit will contribute to discussions and debates among our students and faculty and the surrounding community as well.
Los más de veinte años que han pasado desde el fin de la Unión Soviética, y con él, del inicio de la readaptación cubana a esa realidad, tanto a nivel de discurso político, reformas económicas como de dinámicas sociales, ofrecen el distanciamiento necesario para hacer una reevaluación del legado soviético en la cultura y sociedad de la isla. A estas alturas, el corpus literario, gráfico, musical y audiovisual que directa o tangencialmente revela trazos soviéticos (aunque a lo soviético siempre se le llamó ruso en Cuba, llamémosle así por ahora, para diferenciarlo del período pre y pos soviético) ha crecido de manera importante y el pronóstico parece indicar que durante mucho tiempo más seguirán apareciendo huellas soviéticas en la producción cultural cubana.
La poética de lo soviético en la producción cultural cubana abre las puertas a un nuevo campo de estudio que podríamos llamar la Cuba soviética: detrás de todo ese corpus es posible desentrañar la presencia de una estética soviética subyacente que no se limita a nombrar objetos que aún perduran de los años de “amistad inquebrantable”. Esa presencia subyacente adquiere los más diversos y variados matices, desde los juegos intertextuales, referenciales y paratextuales, pasando por el despliegue afectivo y llegando hasta la reapropiación iconográfica de significantes rusos: el alfabeto cirílico e imágenes rusas por antonomasia como la catedral de San Basilio, las matrioshkas, los cohetes espaciales e, incluso, la simbología socialista cuyos epítomes son la hoz y el martillo.
Si coincidimos con Ricoeur en que “cultures create themselves by telling stories of their own past” (1) podemos entonces concluir que estamos ante el proceso de formación de una “nueva” cultura cubana, en la que lo soviético se convierte en punto de fuga a partir del cual expandirse hacia el futuro, luego de haberse sobrepuesto a un período de duelo que le ha permitido reconciliarse con el pasado, y establecer con él un diálogo emocionalmente afectivo y artísticamente efectivo. Habría que añadir que está todavía pendiente la revisión de lo que las otras culturas socialistas, como la polaca, la checa o la alemana, por ejemplo, aportaron al imaginario cubano en esos años.
Lo que nos interesa, entonces, no son sólo las obras artísticas en sí, sino el trasfondo y las condiciones que han hecho que tales obras aparezcan, y el diálogo que ellas establecen no ya con el pasado, sino con un presente en el que lo soviético ha perdido toda su carga ideológica primaria y se convierte en el marco de una nueva cartografía afectiva, personal y sobre todo, reconciliatoria para la creación artística. A partir de este nuevo ordenamiento, es posible intentar descubrir nuevas aristas de la identidad cubana. Esta gramática de lo soviético nos permite deconstruir las estructuras culturales, simbólicas y afectivas que sustentan y hacen posible la producción artística en la que encontramos huellas soviético–rusas.
Las culturas rusa (o soviética) y la cubana logran fundirse sólo a partir de un contrapunteo necesario en que se reconocen distintas. Es en este juego de diferencias donde es posible establecer su unidad: unidad en la diferencia, en su relación de extrañamiento–cercanía con el otro. Esta relación pasa, también, por el exotismo, la admiración y en parte, el desconocimiento. El pasado soviético cubano continúa siendo presencia actual en Cuba hoy como uno de los imaginarios culturales más importantes. No se trata de una nostalgia ideológica o política. En este caso, la nostalgia representa el duelo por el fin de un mundo que de repente dejó de existir, y cuyos remanentes siguen activos en la memoria colectiva de la nación cubana.
Detrás de los treinta años de relaciones con la Unión Soviética es posible vislumbrar una triangulación de dependencia colonial, económica e ideológica que ha unido a Cuba, a través de su historia, con España, con Estados Unidos y con la URSS, respectivamente. En términos generales, la relación con la Unión Soviética vino a significar el regreso hacia una (falsa) vocación europea de la cultura cubana: en esas tres décadas la isla estuvo más cercana, en términos culturales e ideológicos, con el campo socialista europeo que con el resto de las naciones latinoamericanas. A nivel metafórico, la cercanía con la URSS vino a concretar una de los tantas obsesiones históricas del escritor cubano: la nieve. Esta obsesión histórica puede rastrearse desde los títulos del poemario Nieve, de Julián del Casal (1892) y la novela Nieve en La Habana, de Carlos Eire (2003) hasta su inclusión directa en el nombre de uno de los personajes deTodos se van, de Wendy Guerra (2006); así como en las obras de José María Heredia, José Lezama Lima, Raúl Hernández Novás o Severo Sarduy, por ejemplo, sin olvidar la broma jugada por la revista Carteles (2) el 28 de diciembre de 1932 –día de los inocentes–, en cuya portada publicaba una foto de una nevada en La Habana.
Este dossier pretende abrir el diálogo y el intercambio de visiones de lo que los treinta años de profundas relaciones entre Cuba y la Unión Soviética han representado para la vida posterior de la cultura cubana.
Notas:
La foto inicial que aparece en este texto es del cineasta y escritor Gustavo Pérez y ha sido reproducida con autorización del artista.
Este texto fue publicado por La Habana Elegante como introducción al dossier “Cuba: el sabor soviético de una isla tropical. Una visita 20 años después” (Primavera 2012) <http://www.habanaelegante.com/Spring_Summer_2012/Dossier_Cuba_Intro.html>
(1) Paul Ricoeur, “The Creativity of Language,” in Dialogues with Contemporary Continental Thinkers: The Phenomenological Heritage, ed. Richard Kearney (Manchester: Manchester University Press, 1984), 29.
La pintura se titula “Sujetos”; es del pintor cubano Alain Martínez y mide 50cmx70cm (técnica mixta sobre cartulina).