En el artículo “Raúl Roa y el socialismo soviético”, de Julio César Guanche, que retoma Fernando Ravsberg en su blog Cartas desde Cuba -a partir de su publicación original en Progreso Semanal el 22 de marzo del 2014 (1)-, el historiador cubano analiza el pensamiento socialista y anti-estalinista de Raúl Roa (1907-1982), el llamado “canciller de la dignidad” cubano. Como bien señala Guanche, el amplio y rico anecdotario de Roa ha opacado la sagacidad de uno de los pensadores más lúcidos de Cuba. El artículo de Guanche, sin embargo, limita su marco temporal al período pre-revolucionario. No he encontrado una segunda parte de este artículo, que abarque la evolución del pensamiento socialista de Raúl Roa después de 1959, cuando ejerció como representante del gobierno revolucionario ante la OEA y la ONU, y como Ministro de Relaciones Exteriores hasta 1976. Hay que recordar que son precisamente los años finales de los sesenta y toda la siguiente década el período en el que se profundiza la sovietización del modelo socio-económico cubano. ¿Cuál era la postura de Roa ante estos cambios visibles hacia la sovietización?
Raúl Roa fue Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba entre 1959 y 1976 (asumió el cargo en junio de 1959, al suceder a Roberto Agramonte (2), figura casi relegada de la historiografía oficial cubana). Roa no solo compartió con Agramonte el cargo de Canciller del nuevo gobierno revolucionario, sino también, antes de 1959, varios años de exilio mexicano después del golpe militar de Fulgencio Batista.
En un artículo publicado por Rafael Rojas en octubre del 2014, y titulado “A dónde iba Cuba, según Raúl Roa, en 1957“, el pensador cubano afincado en México trae también a la luz fragmentos olvidados de la biografía de Roa antes de 1959 que son interesantes para establecer un diálogo con la propuesta de Guanche. Dice Rojas, citado un artículo periodístico de Roa de 1957:
Nada peor puede ocurrirle a un pueblo que esta catastrófica subversión en sus relaciones de vida individual y colectiva. Se desploma el orden social, corrómpense las instituciones, se trastruecan los valores, la cultura se estanca, cunde el odio, se expande la violencia, la impunidad señorea, la razón se eclipsa, la inseguridad se entroniza y el homo hominis lupis de Hobbes deja de ser una metáfora para convertirse en cotidiana y brutal realidad. ¿Podría significar esto, en algún sentido, una solución a la tremenda crisis en que nos debatimos? ¿O entrañaría, por el contrario, la inmersión de Cuba en un ciclo interminable de sangre, lodo, miseria, desesperación y tiniebla?
En este sentido, según el argumento de Rojas, el pensamiento de Roa se alejaba de los preceptos de Fidel Castro y de la lucha armada. Roa continúa su artículo haciendo un llamado al restablecimiento de la Constitución de 1940 y a elecciones libres. A la pregunta que da título a su alocución (“¿A dónde va Cuba?”), responde el propio Roa: “por el camino que están tomando las cosas Cuba va, inexorablemente, hacia el abismo”.
Según Guanche, también refiriéndose al Roa anterior a 1959,
Para Roa, la experiencia histórica del socialismo, al ‘subordinar los fines a los medios’, y gracias a su ‘concepción autoritaria del poder’, conducía ‘a la degradación y a la esclavitud’. El socialismo existente en la URSS ‘no se diferenciaba del fascismo en su radical desprecio a la dignidad humana’.
El retrato que ofrecen Guanche y Rojas de Raúl Roa antes de 1959 difiere del que presenta la historiografía oficial, por una parte, y por otra, abre interrogantes sobre la evolución de la ideología socialista del canciller cubano durante los años de la sovietización de la isla.
Notas:
(1). Progreso Semanal a su vez lo toma de El Telégrafo, Ecuador, aunque no cita la fecha de su primera publicación.
(2). Roberto Agramonte (1904-1995) fue un filósofo y político cubano. Antes de 1959 había sido decano de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, entre 1947 y 1955. También fue Embajador de Cuba en México entre 1947 y 1948, año en que regresa a la Isla para participar en las elecciones generales, al cargo de Vice-presidente por el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) (Eduardo Chibás se postulaba al de Presidente). En agosto de 1952, tras la muerte del dirigente ortodoxo es designado su sucesor en la dirección del PPC (Ortodoxo). Como candidato por el Partido Ortodoxo, Agramonte tenía amplias posibilidades de triunfar en las elecciones de junio de 1952, y convertirse en presidente de la República de Cuba. Uno de sus contrincantes sería Fulgencio Batista, quien había registrado su candidatura en enero de 1952 por el Partido Acción Unitaria. Sin embargo, tras al golpe militar de Fulgencio Batista en marzo de ese mismo año, Agramonte fue perseguido y tuvo que exiliarse en México. Abandonó Cuba en mayo de 1960 hacia Puerto Rico, junto a su familia, donde desarrolló una carrera académica importante y extensa.