I AM CUBA, RESTORED AND REIMAGINED

By Maggie Sivit for Hyperallergic

(Post and image from Repeating Islands)

 

When Soviet director Mikhail Kalatozov was commissioned to make a film about the Cuban Revolution, he set out to make a Battleship Potemkin for the Cuban people. The film he made instead, I Am Cuba(1964), was a hallucinatory, freewheeling work of communist kitsch, a pastiche of Soviet and Cuban symbolism that tried to combine camp and revolution; a sprawling story whose narratives never quite run together, all shot with a gravity-defying, always-on-the-move, “emotional” camera; a cinephile’s wet dream, the film about which Werner Herzog once said anyone who hadn’t seen it didn’t deserve to be a cinematographer. Or, that’s part of the myth surrounding the film, anyway, which also says that I Am Cuba, the first Soviet-Cuban coproduction, was hated by both countries upon its release (by the Soviets for being too artsy, and by the Cubans for being inauthentic). It remained in obscurity for nearly 30 years until it was rediscovered by the Americans, the kings of kitsch. Most recently, the new restoration by Milestone Films of this movie that is at least nominally about Cuba, brings up questions of authenticity once again.

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Soviet writer Eduard Uspensky, creator of world-famous Cheburashka, dies aged 80

Soviet writer Eduard Uspensky, who created the world-famous Cheburashka character, died in Moscow aged 80, his daughter Irina told TASS on Tuesday.

Cheburashka
Foto: Damaris Puñales-Alpizar

 

Uspensky was also the creator of many other stories that were very popular, like Three from Prostokvashino. In Cuba, the cartoon based on this story was known as Leche cortada. You can see the animated film here. He was also the screenwriter of the stories based on his books and characters.

More here

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Vivienda soviética: de Moscú a La Habana y Quilpué

Fragmento del artículo de Ángelo Narváez, aparecido en la revista La Raza Cómica, de Chile.

Para leer el artículo completo, pinchar aquí.

Edificios en Cuba

Este tipo de edificios prefabricados proliferaron en las afueras de las ciudades y en el campo para la creación de nuevas barriadas en Cuba a partir de los años setenta sobre todo. Foto: Damaris Puñales Alpízar

La primera vez que se utilizó en Latinoamérica la técnica soviética de construcción de viviendas sociales por ensamble de paneles prefabricados (krupnopanelnoye domostroyenie, КПД) fue en los primeros años de la Cuba revolucionaria, cuando el ciclón Flora avanzó a través de la isla desde la provincia Oriente (hoy Holguín, Granma y Las Tunas) hasta Camagüey. La devastación que dejó tras de sí el ciclón sirvió en algún grado como mito originario de la solidaridad cubano–soviética que se abrió paso luego de la Declaración socialista del 16 de abril de 1961 y de la II Declaración de La Habana del 4 de febrero de 1962.   
La fábrica de “Gran panel soviético” inició sus trabajos de producción a comienzos de 1965 –estratégicamente en el Reparto de San Pedrito, Santiago de Cuba– para la reconstrucción de las provincias orientales. Doce años después del paso del ciclón Flora, había en Cuba más de veinte fábricas análogas repartidas a lo largo de la isla. Las fábricas cubanas tuvieron un recorrido propio y diverso en gran medida porque, ya desde antes de la Revolución, las propuestas de viviendas sociales de Antonio Quintana y José Novoa mostraron su eficacia al no necesitar ningún tipo de maquinaria pesada para la construcción. Esa eficacia fue la que popularizó al sistema “Novoa” en México, Honduras y Nicaragua (fue justamente a propósito de Nicaragua que tras la Revolución se le conociera en Cuba como sistema “Sandino”, utilizado especialmente en la construcción de escuelas rurales). En 1969, un grupo de estudiantes de arquitectura, coordinado por Fernando Salinas, sería premiado por sus paneles Multiflex en el Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos de Buenos Aires. Desde comienzos de los 70 operó en Cuba el Centro Técnico para el Desarrollo de los Materiales de Construcción y, por los mismos años, proliferaron otros sistemas de construcción gracias a la incidencia de la ingeniería yugoslava y húngara. Las fechas y los países de este contexto, cubano y global, no son fortuitos ni decorativos. 
Para 1970, el sistema KPD había entrado en un transversal desuso técnico y desprestigio político tanto en Cuba como en Europa. La necesidad de una reconstrucción barata y acelerada de la Europa de posguerra supuso un vertiginoso proceso de competencia entre fábricas especializadas en espacios habitacionales. En 1948, Raymond Camus patentó su sistema de paneles (que luego vendería a Rusia bajo el nombre de I–464 en 1956) que, tras asociarse con la fábrica Coignet, lo posicionaría de manera nada despreciable en la reconstrucción de Europa central. De la eficacia del sistema inaugurado por Camus no hay dudas. Sólo en la Unión Soviética posibilitó la construcción de millones de viviendas sociales. A nivel técnico y económico, el sistema Camus–KPD aceleró la competencia internacional que vio surgir propuestas análogas y cada vez más eficientes en Inglaterra, Dinamarca y Suecia. Y sin embargo, según Jean–Claude Croizé, las construcciones erigidas por “el sistema Camus y sus análogos contemporáneos” entre 1952 y 1958 comenzaron a ser sistemáticamente demolidas desde 1968 en adelante. 
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Edficios estilo soviético en Viña del Mar. Foto: Damaris Puñales Alpízar

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Edficios estilo soviético en Viña del Mar. Foto: Damaris Puñales Alpízar

Además de problemas técnicos asociados al aumento de la competencia inmobiliaria y el desmantelamiento estructural del estado de bienestar europeo desde mediados de los 70, las viviendas sociales prefabricadas enfrentaron problemas políticos marcados por la singularidad cultural de los espacios donde se ensayó su aplicación. En Rusia, por ejemplo, el sistema KPD distó significativamente del imaginario creativo de los primeros años de la revolución y de la proletkult sostenida por Lunacharski y Krúpskaya hasta el inapelable ascenso de los apparátchiki estalinistas hacia fines de 1920. Un imaginario que llevó a Lunacharski a juzgar y sentenciar a Dios. 
 Si bien la II Guerra Mundial supuso un suspenso en el proyecto de urbanización soviético, tras la toma de Berlín Stalin abogó casi inmediatamente por un doble movimiento de transformación espacial, asociado, de una parte, al monumentalismo propio de los edificios públicos (las Siete hermanas de Moscú) y, de otra, al funcionalismo habitacional del nuevo programa de distribución poblacional. Estos espacios habitacionales dieron forma a las stálinskie, las viviendas estalinianas que luego Kruschev denunciaría, además, como estalinistas. En la Unión Soviética de 1956 esa tenue diferencia terminológica valía el peso de toda la realidad. 
Dos años antes de presentar su Informe secreto sobre el culto a la personalidad y sus consecuencias en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, Kruschev insinuó los principios que coordinarían los procesos posteriores de urbanización a través de una absoluta “austeridad” habitacional. La Conferencia Nacional de los Trabajadores de la Construcción de 1954 y la disolución de la Academia Soviética de Arquitectura sepultaron el modelo de urbanización estaliniana–estalinista, y las stálinski pasaron a significar espacios de prestigio partidario–hereditario que Kruschev quiso subvertir con la modelación de microdistritos (mikrorayoni) autónomos y funcionales, erigidos a partir de una reformulación de la “fanfarria” de las stálinskie: las kruschevskie del periodo 1956–1970.  
Edificios prefabricados

Edificios prefabricados en Cuba. Foto: Damaris Puñales Alpízar

Algunos recursos relacionados con este tema:

Gente prefabricada, película húngara de 1982

Ironía del destino, película soviética de 1976

KPD, documental chileno de 2012

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They look different, but they are the same brand: Lada is coming back to Cuba

LADA

The old Lada model that has been used in Cuba since the Soviet times. Many are still running on the roads and streets.

New Lada

The new models are coming to Cuba in January.

Lada brand returns to Cuba

PARIS — AvtoVAZ said it would resume exports of its Lada cars to Cuba, starting with a shipment of 344 Vesta sedans and Largus crossovers to be used as government taxis and tourism and rental vehicles.

The new cars will arrive in Cuba in January, according to a statement from the Russian automaker, which is a subsidiary of Renault.

Lada last exported cars to Cuba in 2005. The island’s aging vehicle fleet is largely made up of cobbled-together American cars from the 1940s and 1950s, sold there before the revolution, and Soviet-era Ladas from the 1970s and 1980s.

The sale of new cars has been tightly controlled by the Castro government, with buyers needing a special permit, but rules were relaxed in 2014. However, prices remain out of reach for most Cubans, and the car ownership rate is just 20 per 1,000 inhabitants.

Renault’s midterm strategic plan for Lada, approved at the end of 2016 as the French automaker consolidated Lada into its balance sheet, calls for increasing exports from 20,000 vehicles in 2016 to nearly 200,000 in 2026.

Lada exports to 30 countries, with most sales in former Soviet states. It started selling cars in China and the UAE earlier this year.

”Cuba, among other Latin American countries, is one of our priority export markets,” AvtoVAZ CEO Nicolas Maure said in the release. “We expect to further continue Lada deliveries to Cuba in the years to come with increased volumes.”

The compact Vesta was introduced in 2015 and was the third-best-selling model in Russia in October, according to industry association AEB.

The Largus, which comes in five- and seven-seater versions, is based on the first-generation Dacia Logan and was No. 8 in the Russian market in October.

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On the movie Sergio and Sergei, by Ernesto Daranas Serrano, and the complicated relationship between Cuba and the former Soviet Union (by Diana Sánchez)

 

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As the Soviet Union crumbles in 1991, an amateur radio operator in Cuba makes unexpected contact with stranded cosmonaut Sergei Krikalev as he observes the dissolution of his nation from orbit, in Cuban director Ernesto Daranas Serrano’s comedic yet poignant reflection on how big events can impact ordinary lives.

 

More info here:

Sergio and Sergei

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Lengua rusa en Cuba

Desde el 31 de octubre y hasta el 3 de noviembre, Cuba celebró una jornada dedicada a la lengua rusa en la isla. En la Universidad de Guantánamo, sede de las celebraciones, tuvieron lugar conferencias, presentaciones, concursos infantiles…

En este enlace pueden encontrar más información:

Lengua rusa en Cuba

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Imagen tomada del sitio web de Radio Rebelde, Cuba.

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Imagen tomada del sitio web de Radio Reloj, Cuba.

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The Russians in Cuba

Here you have an article published by Ariel Glaria Enriquez, in Havana Times (Oct. 29, 2016), about the Russian presence in Cuban daily life.

TORRE DE EMBAJADA RUSA

Photo taken by the author. Russian Embassy in Havana.

The 1962 Missile Crisis, which put the world on the brink of a nuclear war, was the prelude to the presence of the Russians in my country for several decades.

However, the USSR’s strategic and political interest in not losing this unexpected ally and their absolute influence on the Caribbean island didn’t become immediate until after the crisis. Their opportunity would come when Cuba officially supported the Soviet invasion of Czechoslovakia in 1968.

Nevertheless, it had been some time since Soviet oil had been flowing into Cuba, Russian canned meats were famous on the island, as were the steel-tipped military boots, automatic Kalashnikov rifles and the complete set of Lenin’s works, which soon became a decorative item in Cuban living rooms. An obvious reference to the leather bound book spines found in bourgeois libraries.

To read the whole article, and have access to the collection of pictures, click here. Also, you can see more pictures on the same topic here.

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España-Rusia-Cuba: los caminos de una ‘niña de la guerra’. Sobre Catalina Sin Chesa.

Natasha Vázquez entrevista a Catalina Sin Chesa para Sputnik:

La historia comienza un poco antes en Huesca, Aragón (España), hacia el final de la Guerra Civil Española, cuando su padre, Ismael, es perseguido por su labor en el Gobierno republicano y su madre, Asunción, se queda sola, embarazada y con dos niños pequeños. “Mi padre era miembro del Consejo de Aragón, era responsable del pago a los luchadores. Mi madre era ama de casa, y la última vez que se encontraron en tierra española acordaron que tenían que huir”.

 

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Foto tomada de Sputnik News (Archivo personal de Catalina Sin Chesa). Catalina es la madre de Fernando Salcines Sin (Andrés Mir)

Más aquí: http://mundo.sputniknews.com/entrevistas/20160831/1063154235/historias-dela-vida.html

 

 

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Moscú no cabe en una maleta

Luz Escobar escribe para 14yMedio:

CubaURSS

Sello de correo alegórico al viaje espacial soviético-cubano en 1980 (de la colección numismática cortesía de Héctor Rivero)

Visitar Moscú fue por décadas el sueño dorado de muchos cubanos, pero solo los más confiables podían disfrutar de una estancia en la Unión Soviética. De esos viajes a la “madrastra patria” regresaban con las maletas cargadas de productos deficitarios en el mercado nacional. Hoy, algunos emprenden la misma ruta, pero esta vez para ir de compras a una Rusia de economía de mercado y tiendas repletas.

La mayoría son mulas que hacen el largo viaje hacia la patria de Pushkin para traer zapatos, ropa y piezas de automóviles Lada o Moskvitch que venderán en el mercado informal. Quienes tienen más recursos pagan su propio boleto de avión, a sabiendas que podrán recuperar el dinero; pero otros ofrecen la capacidad de sus maletas en busca de un inversionista que les costee el periplo.

Para seguir leyendo el reportaje sobre la agencia de viajes en la que desde La Habana se pueden reservar viajes a Moscú, pinchar aquí

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El futuro ya llegó: inscripciones del archivo post- soviético en Cuba

Número dos completo 1Aquí les dejó con la introducción de Irina Garbatzky al dossier recién publicado en Cuadernos del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de San Martín (No. 1. Vol. 2. Agosto de 2016). Para leer el resto de los trabajos, de la autoría de Jacqueline Loss, Duanel Díaz Infante, Mauro Lazarovich, Carlos A. Aguilera, María Fernanda Pampín, Marcial Gala, Fabiana Montenegro, Juan Pablo Castro y de esta servidora (Damaris Puñales Alpízar), les dejo el enlace a El futuro ya llegó: inscripciones del archivo post- soviético en Cuba.

 

DE NUEVO, EL FUTURO

Presentación al Dossier 

Irina Garbatzky

Irina Garbatzky es Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Rosario. Se desempeña como Jefe de Trabajos Prácticos en la cátedra de Literatura Iberoamericana I de dicha universidad y es investigadora de CONICET (IECH, CONICET-UNR). Es autora de Los ochenta recienvivos. Poesía y performance en el Río de la Plata (2013) y compiladora de Expansiones. Literatura en el campo del arte (2013). Co-dirige la revista El jardín de los poetas. Revista de teoría y crítica de poesía latinoamericana, en el marco del proyecto http://www.cajaderesonancia.com , junto a Ana Porrúa. Su línea de investigación aborda las políticas del cuerpo y los archivos de la vanguardia en la literatura y el arte latinoamericanos.

CUADERNOS DEL CEL, 2016, Vol. I, Nº 2 Págs. 32-40. ISSN: 2469-150X 

Un picnic en el parque Lenin, dice, con su imagen, Alejandro González Méndez, “para repetirnos hasta el cansancio que nuestro futuro es cada momento”. Una cúpula de la inacabada central electronuclear de Cienfuegos, observa Marcial Gala, es el paisaje que inspiró la narración de una insólita construcción, La Catedral de los Negros. No se trata exactamente de una mirada melancólica sobre las ruinas futuristas, sino de verdaderos choques, “desfamiliarizados”, -como nos dice Jacqueline Loss-, que iluminan una zona en la literatura, las artes y la cultura cubana actual donde la temporalidad y la identidad asociadas a un proyecto de nación se funden en una complejidad inextricable con la modernidad. Me refiero al problema del futuro; una categoría central para las vanguardias artísticas y políticas del siglo XX, la cual, vinculada al ideal de progreso, las utopías de masas y las utopías tecnológicas, articuló ambos relatos, de Occidente y del Este. La caída del muro de Berlín puso en jaque, -nos recuerda Susan Buck Morss, en la crónica conmovedora de su pasaje y sus intercambios con los intelectuales de Moscú que sostuvo entre 1987 y 1993-, hacia ambos lados, la imagen de futuro como rectora del movimiento de la historia.

Volver al futuro, en efecto, fue la premisa que rigió buena parte de las recuperaciones de las vanguardias históricas en Occidente, desde los tardíos mediados y finales del siglo XX. Un recorrido que puede observarse en América Latina en los desenterramientos y recuperaciones de las vanguardias –tanto las históricas como las de los años sesenta- en sus formas de la acción y de la intervención radical, especialmente durante y después de las dictaduras más cruentas del Cono Sur. Las reutilizaciones de este acervo potencial, siempre diferido y por venir, permitieron imaginar, desfigurar y refigurar el cuerpo, los géneros, la política de los derechos humanos, lo colectivo y lo autogestivo; mediante performances, intervenciones, formas de la teatralidad y la socialidad. Un movimiento que actuó de manera contemporánea a los fenómenos que leyeron Hal Foster, Andreas Huyssen y Frederic Jamenson para pensar la posmodernidad en Europa y los EEUU.(1)

En el caso de Cuba, el problema complejiza dicha estructura temporal del pensamiento de las vanguardias, o al menos propone una vía de lectura paradójica. ¿Cómo volver al futuro cuando en realidad se regresa de él? La generación nacida en los albores de 1959, la de los hijos de la revolución, creció con la conciencia de habitar el futuro del mundo. Cuando comenzaron a publicar, alrededor de los 80 y los 90, en algún sentido se hallaron frente a un efecto paradojal. “Si algo saben estos escritores”, propone Iván de la Nuez:

“Es que no basta con pensar el futuro. Es necesario situarse en él. Y esto a pesar de que se enfrenten, en un acto de esta envergadura, a una paradoja fundamental: el Futuro, así con mayúscula, ya ha sido habitado por ellos. ¿No nacieron y crecieron escuchando que «el futuro pertenece por entero al socialismo? » ¿No fueron ellos los elegidos incontaminados, hombres y mujeres que crecerían sin la sombra del capitalismo hasta un mundo sin dinero y sin clases? Ahora, recién despertados del sueño futurista, recién llegados de ese porvenir, se ven conminados a imaginar y vivir un mundo diferente al prometido. Como si se balancearan en una cuerda floja entre el futuro perdido y el futuro posible”. (2001: 9-10).

Ese futuro en el que vivieron los niños, los futuros hombres nuevos de la revolución, fue inaugurado por el acontecimiento revolucionario como corte en la historia; fundador de otro tiempo, aquel sobre el cual se articularon arte, vida, y política, transformándose mutuamente, siguiendo la pasión por lo real que vertebró el siglo XX, según lo explicó Alain Badiou. La suspensión del tiempo en ese futuro constituye el punto de tensión más fuerte para autores como Boris Groys, al pensar en la eficacia de la vanguardia en la URSS. Entre la vanguardia y el realismo socialista, afirma Groys, no habría habido una real escisión. A pesar de los procesos de represión, de las persecuciones y de los rechazos de la vanguardia, Groys se propuso leer cómo el estalinismo significó una radicalización y una ejecución a escala máxima de los proyectos artístico-políticos de la vanguardia. De este modo, el proyecto realizado por el estalinismo fue una obra verdadera y consumada de arte colectivo, que hizo realidad la exigencia de que el arte pasara de la representación de la vida a la transformación de ésta con los métodos del proyecto estético político total. En esta efectuación residiría un corte o una diferencia en la concepción de la temporalidad en relación con Occidente, ya que dentro de la Revolución se da término a la temporalidad utópica para ser suplantada por un futuro eterno, más allá de los límites de la historia humana (144).

Duanel Díaz Infante, recupera esta tensión y especialmente la dialéctica que observaba Slavoj Zizek al visitar La Habana, entre el acontecimiento y el estancamiento. Se trata, según desarrolla en La revolución congelada. Dialécticas del castrismo (2014), de una serie de dialécticas que comienzan justamente por aquella centrada en el corazón de lo moderno: la dialéctica de la Ilustración teorizada por Adorno y Horckheimer:

“Así como la Ilustración, pretendiendo dejar atrás el terreno mítico, se convierte necesariamente en mitología, la aceleración de la historia que pretendió la Revolución […] ha culminado paradójicamente en su detención, la salida de la isla del tiempo histórico para quedarse en el instante congelado de la Revolución, el instante más largo del mundo”. (15)

Expandido, el presente cubano se ha doblado sobre sí, sostiene José Quiroga (2009). Después de la caída de la URSS y con los avatares que se produjeron en la isla durante la crisis del Período especial, fundamentalmente aquellos ligados a cierta apertura al mercado global, -el turismo y su contrapartida museificadora: de la revolución, de la música, de la República-, esta temporalidad produjo un palimpsesto que absorbió las funciones utópicas y teleológicas del futuro mediante la apelación a la memorialización.(2)

De este modo, acaso una vía para indagar por ese futuro desplegado, por los avatares y los derroteros de la construcción de esa futuridad (y de su museo, y de su archivo), sea el que exponen una serie de autores y artistas, al traer con insistencia los espacios, los paisajes, los imaginarios y los signos del Este, esa zona entre la URSS y Eurasia que estableció con Cuba un flujo transcultural, de traducciones, edificaciones, publicaciones, proyectos urbanísticos, migraciones. Como observa Rafael Rojas (2009), las huellas de esos profusos intercambios, se emplazan como restos, “souvenirs de un Caribe soviético”. Su resonancia hace honor a la metáfora ensayística, el souvenir, como el fetiche, liga un más allá con un más acá, perpetúa la tradición insular de sus devoraciones y absorciones de la cultura universal.

Lo cierto es que la multiplicación de significantes en torno a los paisajes y los imaginarios de la cultura soviética, rusa y eurasiática en la literatura y el arte cubanos actuales, sostenida por un corpus de autores cuya marca generacional está dada por haber comenzado a publicar después de 1989, se presenta a la manera de un archivo por construir, que coloca en el centro tanto la preocupación por el tiempo como por el vínculo entre los cuerpos y el Estado. Uno podría seguir los retornos de esos imaginarios, apenas con la lectura de algunos de sus títulos. Novelas cuyas historias (protagonizadas o no por cubanos) transcurren en el contexto de desmembramiento de la URSS (desde Siberiana o Las cuatro fugas de Manuel, de Jesús Díaz, hasta la saga de José Manuel Prieto, Enciclopedia de una vida en Rusia, Livadia, Rex), o aquellas que reinventan el Este como zona paneslava, en un tiempo que conjuga diversos momentos del siglo XX, como El imperio Oblómov, Discurso de una madre muerta de Carlos A. Aguilera, hasta los itinerarios de Rolando Sánchez Mejías por un Este de frontera, entre Alemania, Austria, Polonia, como Cuadernos de Feldafing. En Aguilera, -así como en varios textos de la revista Diáspora(s) que él co-dirigió durante esos años-, vemos significantes rusos, chinos, eurasiáticos que se repiten, obsesivamente: Das Kapital, “Nabokov” o “Mao”, Teoría del alma china. Vemos poemas que invocan ese horizonte en Cartas desde Rusia, de Emilio García Montiel, y ni qué hablar de los textos contaminados y bilingües de Anna Lidia Vega Serova, entre varios otros. La serie envuelve un volumen de casos de la cultura, el cine, el arte, la vida cotidiana, como brillantemente lo han revelado y expuesto en sus libros los estudios específicos de Damaris Puñales Alpízar, – Escrito en cirílico. El ideal soviético en la cultura cubana posnoventa, de 2012- y de Jacqueline Loss, en Dreaming in Russian. The cuban soviet imaginary (2013) y Caviar with Rum. Cuba-USSR and the Post-Soviet experience, el libro que compiló junto al escritor José Manuel Prieto (2012). El intercambio entre el trópico y la Siberia, se presenta como un corpus frondoso, de materiales diversos, vigente y sumamente activo, que invita a continuar revisando sus alcances.

La pregunta que orienta nuestra lectura entonces es cómo se archiva y cómo se escribe en la literatura de los “hijos de la revolución” la relación metropolitana con Moscú, teniendo en cuenta, por supuesto, que en términos historiográficos dicha sovietización resultó crítica, presentó límites, asimilaciones y distanciamientos. La yuxtaposición de los imaginarios soviéticos en la literatura cubana desmonta los escenarios de denuncia convencionales y complejiza la difícil pregunta acerca de cómo archivar la Revolución, en qué consiste su temporalidad. En el contexto del “Período especial” y los procesos de “desestalinización” nacionales de los años 90, las imágenes soviéticas funcionan como un retorno de lo reprimido, haciendo ver la colisión de dos temporalidades características de los períodos revolucionarios: el efecto de fin del mundo (el futuro ya llegó) y la utopía como origen perdido (el futuro ya se fue).

Este dossier surgió motivado, en principio, por la intención de poner en circulación estas discusiones, que tuvieron lugar en el marco del seminario “El futuro ya llegó. Inscripciones del archivo soviético en la literatura cubana actual” que dicté en la Maestría en Literaturas de América Latina de la Universidad Nacional de San Martín. Debido a su pertinencia institucional, la revista Cuadernos del CEL nos pareció el lugar idóneo para transmitir estos materiales.

Fue muy importante para mí, y estoy muy agradecida por ello, la propuesta de su director, Gonzalo Aguilar, de dictar un programa alrededor de una investigación en curso, abordando justamente no las certezas o los lugares ya arribados, sino los pormenores y las cuestiones que rodean al objeto de una investigación, mientras se encuentra en su proceso de producción. En dicho seminario trabajamos sobre las preguntas que guían mi investigación actual, (3) cómo se problematiza en un corpus, (inicialmente literario), el pensamiento sobre la temporalidad histórica y el futuro en las articulaciones del archivo de la sovietización cultural y cómo se pone en cuestionamiento el ideal del “Hombre nuevo”, a partir de una revisión, escenificación y puesta en juego de diferentes estrategias de los cuerpos frente al biopoder.

Los artículos que reunimos en el primer segmento de este dossier coinciden en el señalamiento de estas problemáticas. Reunimos las colaboraciones de tres investigadores especialistas en los estudios de Cuba post-soviética, como son Jacqueline Loss, Duanel Díaz Infante y Damaris Puñales Alpízar y el trabajo de Mauro Lazarovich, un estudiante de nuestro seminario y su trabajo para el final del curso.

Loss ofrece una lectura, en efecto, sumamente específica acerca de los imaginarios soviéticos, su recuperación y confrontación con la vida cotidiana en un conjunto de tres artistas que por su fecha de nacimiento (hacia mediados de 1970), forman parte de la llamada “generación cero”, la del nuevo milenio. Se trata de dos series fotográficas de Alejandro González Méndez, “Habana: Futuro” (de 2005) y “Reconstrucción” (de 2012-2013), la novela 9550: una interpretación del azul de Abel Arcos Soto (Ediciones Fra, 2014), y una película de Carlos Machado Quintela con guión de Arcos Soto, La obra del siglo (2015). Según Loss, “las obras de los tres desfamiliarizan ante los lectores y espectadores el inventario propio del imaginario cubano-soviético”. 

Puñales Alpízar, por su parte, aborda las formas de la posmemoria socialista, el pasaje de una generación a la siguiente de los restos y vivencias de la cultura soviética en Cuba. Así analiza a dos jóvenes autores, nacidos durante los años 80, que comenzaron a publicar ya en el siglo XXI y que trabajan con las memorias y los restos del socialismo. Se trata de Karel Bofill Bahamonde, y su poemario Matrioshkas (La Habana: Ediciones Unión, 2010) y Absolut Röntgen (La Habana: Editorial Caja China, 2009), el libro de cuentos de Abel Fernández-Larrea. Mientras que en el poemario “la matrioshka–objeto se transforma en el recipiente de una subjetividad histórica ligada a lo ruso”, formando parte de lo que la autora entendió, en otros trabajos, como “comunidad sentimental soviético cubana” (2012), los cuentos de Abel Fernández Larrea narran la experiencia del accidente de Chernóbil en historias íntimas de diversos personajes.

En “El diablo en La Habana”, Duanel Díaz Infante se detiene en una lectura en particular de la narrativa soviética en Cuba. Se trata puntualmente de las citas que hace Reinaldo Arenas de la novela de Bulgakov, El maestro y margarita, editada por primera vez en 1967 y Desamparado, la puesta teatral que Alberto Pedro realizó, en el Festival de Teatro de La Habana en 1991, sobre la misma novela, reeditada en 1989. La “novela del diablo” tal como la llamaba Bulgakov, venía a cuestionar el ideal del hombre revolucionario. Díaz reconstruye las dos lecturas, durante la década del 70 en Arenas, la época más fuerte de la sovietización cultural en la isla, y en el contexto de la crisis económica, en el 89, en donde el nombre del protagonista, “Desamparado”, resignifica el título de la obra.

Integramos, además, al volumen, el trabajo “Nuestras palabras no se escuchan a diez pasos. Existencias inestables, retornos y vacíos en la Cuba post soviética” de Mauro Lazarovich, debido a su excelente abordaje de una sección especial de los retornos de la Guerra Fría. Lazarovich pone en diálogo las narrativas del espionaje y de los archivos secretos en La fiesta vigilada, de Antonio José Ponte y el libro póstumo Mapa dibujado por un espía, de Guillermo Cabrera Infante, analizando en dónde radica la “curiosa vigencia” de las novelas de detectives y espías en la actualidad.

Sumamos en este segmento un fragmento de la novela El imperio Oblómov, de Carlos A. Aguilera. La novela de Aguilera construye una zona imaginaria en el Este, en un tiempo que se debate entre las recuperaciones del siglo XIX y la crisis pos-soviética. Este capítulo, el velorio ruso del doctor Bertholdo, conjuga a un tiempo, en su barroquismo, una lengua artificiosa, los vocablos en ruso, el mundo ruso y las reiteraciones rítmicas, la insistencia de un cadáver y el ritual a su alrededor, y la deriva en la escritura, muy característica de la poética del autor, hacia fugas de los cuerpos, sus desfiguraciones, deformidades, animalizaciones, en un paso de danza de la biopolítica a las proliferaciones de lo vivo: “Guerra”, dice allí, “que no era en verdad más que la vida misma, con sus arritmias y turbulencias, recovecos, contradicciones, despistes”.

Justamente, al tratarse de un seminario en proceso, abierto a incorporar y trabajar con nuevas preguntas, al poco tiempo de comenzar nos enteramos de la presencia del escritor cubano Marcial Gala en Buenos Aires y de la inminente presentación de su novela La Catedral de los Negros, por la editorial Corregidor. La incorporación del texto de Marcial a la currícula del seminario fue fundamental para deconstruir el corte trazado entre la literatura de adentro y la literatura de afuera de la isla. Leímos la novela de Marcial, ambientada en un barrio de Cienfuegos, y continuamos pensando en la literatura cubana actual y de los noventa, en sus nuevas estructuras y genealogías, en la modificación del canon y las tradiciones, y sobre todo en la formas de aparecer del cuerpo en estas nuevas narrativas. Cuerpos ya no destinados a la producción o a la guerra, las dos determinaciones de la Modernidad, sino a la devoración y al goce. Marcial nos brindó una jugosísima charla, una tarde de octubre de 2015, poco después de la presentación de su libro y sobre el final de nuestra cursada.

Transcribir y compartir esa charla colectiva fue entonces el segundo elemento que motivó la reunión y la publicación de estos textos. Separamos su intervención especialmente, junto a un maravilloso texto de la investigadora especialista en Caribe, María Fernanda Pampín, directora de la colección “Archipiélago Caribe” en la que se publicó la novela de Marcial. Agregamos, además, una segunda entrevista, realizada por propio interés por dos estudiantes del seminario, Fabiana Montenegro y Juan Pablo Castro.

A todos, muchísimas gracias. Es un placer reunir las valiosísimas colaboraciones con las que contamos para este volumen.

Irina Garbatzky, Agosto de 2016

BIBLIOGRAFÍA 

AGUILERA, Carlos A., El imperio Oblómov, Valencia, Ediciones Espuela de Plata, 2014.

BADIOU, Alain, El siglo, Buenos Aires, Manantial, 2005.

BUCK MORSS, Susan, Mundo soñado y catástrofe. La desaparición de la utopía de masas en el Este y el Oeste, Madrid, Machado Libros, 2004.

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Notas:

(1) Trabajé este momento, en Uruguay y Argentina en mi libro Los ochenta recienvivos. Poesía y performance en el Río de la Plata (Beatriz Viterbo, 2013). Este movimiento de desenterramiento de las formas de acción e intervención de las vanguardias también pudo verse, en el mismo período, en Brasil, como lo aborda Mario Cámara en Cuerpos paganos: usos y efectos en la cultura brasileña (Santiago Arcos, 2011), y en múltiples acciones del Cono Sur y Latinoamérica. En ese sentido es muy valiosa la investigación que dio lugar a la muestra Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina, organizada por el Museo Reina Sofía en colaboración con la AECID, y curada por la Red Conceptualismos del Sur (el catálogo fue editado por el Museo Nacional de Arte Reina Sofía en 2012 y una de las coordinadoras e impulsoras de la Red es Ana Longoni).

(2) En este sentido, Waldo Pérez Cino, en El tiempo contraído (2014), también lee, recorriendo un corpus de la literatura cubana contemporánea y actual, desde el período revolucionario hasta los años 90, algunas figuraciones de ese “final del tiempo”.

(3) Mi investigación “Políticas del cuerpo en la literatura cubana contemporánea. Inscripciones y retornos de un archivo soviético” del CONICET y radicada en el Instituto de Estudios Críticos de Humanidades de CONICET-UNR.

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