Este es un post que debo hace mucho tiempo, pero por diversos motivos (de trabajo, familiares) no había podido subirlo. Aquí lo dejo ahora, que bien dicen que nunca es tarde si la dicha es buena.
La influencia de la cultura soviético/rusa en la producción cultural cubana, sobre todo a partir del fin del imperio soviético, ha sido analizada y discutida desde diferentes perspectivas y en muchísimos foros. Lo que es innegable, sin embargo, es la persistencia de una poética de lo ruso en el imaginario creativo de muchos artistas y escritores cubanos. De los noventa en adelante, lo soviético/ruso ha sido resemantizado y reapropiado con significaciones diversas para la construcción de nuevas propuestas culturales: en la música, en la cinematografía, en la literatura y también en las artes plásticas.
En este último sentido, vale destacar la labor conjunta que un grupo de cinco artistas cubanos viene haciendo desde hace unos pocos años y en la que ofrecen su propia lectura del legado ruso en Cuba. Desde miradas nostálgicas, irónicas y hasta burlonas, estos artistas -pertenecientes a lo que en otros espacios he propuesto llamar “comunidad sentimental soviético-cubana” (1)- constatan el hondo calado que tuvieron las tres décadas de permanencia soviética en territorio cubano y de cómo la estética rusa hizo parte de la educación sentimental de al menos dos generaciones de cubanos. Del mismo modo en que, hace casi un siglo, en el Brasil de 1928, Osvaldo de Andrade proponía una estética antropófaga (2), mediante una “absorción del enemigo sacro, para transformarlo en tótem”, (3) lo soviético es digerido y procesado por la cultura cubana para atribuirle nuevos significados. Así, mediante la absorción y reinterpretación de lo soviético: su iconografía, su estética, su poética, la cultura cubana se desovietiza al proponer un nuevo producto cultural que no es ya soviético.
Del 24 de mayo al 21 de junio del 2013, Rolando Quintero, Camilo Villalvilla, Alain Martínez, Juan Karlos Echeverría y Jorge Sanfiel volvieron a reunirse, a través de su arte, en una exposición colectiva titulada, muy apropiadamente, “La bota rusa“. Montada en la Casa de la Poesía del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau (Muralla No. 63, Entre Inquisidor y Oficio, Habana Vieja, La Habana) la expo puso a disposición del público 32 pinturas relacionadas con el legado soviético/ruso en la vida cubana. También se mostraron varias esculturas.
El antecedente directo de esta muestra es otra que tuvo lugar en la ciudad de Cienfuegos entre noviembre y diciembre del año 2011, en la que estos mismos cinco artistas plásticos presentaron 29 pinturas con la misma temática. Muchas de las obras presentes en la expo de la Casa de la Poesía en La Habana habían sido también mostradas en el 2011 en la galería Maroya, en Cienfuegos. La exposición de Cienfuegos se llamó Да конца! (que significa Hasta el fondo!, en ruso). Esta expresión es usada por los rusos cuando están tomando vodka, y según Camilo Villalvilla, se escogió esta frase como título para la muestra porque ella simboliza la forma en que había que “beber” la cultura rusa durante la etapa soviética de Cuba: hasta el fondo. “La penetración fue así: ahí tienes la cultura rusa: bébela de un trago” (entrevista con Damaris Puñales–Alpízar, 10 Jan. 2012. Inédita) (4).
La exposición fue curada por Yenela Miranda. Y este dato, que por lo general pasa desapercibido al hablar de muestras pictóricas, no tendría mayor importancia si no fuera porque Yenela es parte del proyecto Chamakovich, que “propone un viaje sentimental a la niñez de varias generaciones de cubanos, en particular los marcados por los vilipendiados –y ahora añorados– “muñequitos rusos”…” (5). La idea del proyecto fue de Darwin Fornés y los objetos (pulóveres y bolsas, principalmente) con imágenes de los muñequitos rusos están siendo producidos por el taller de serigrafía René Portocarrero y comercializados en la feria comercial Arte en la Rampa, en La Habana.
Respecto a las pinturas de Villalvilla, Martínez, Echeverría, Sanfiel y Quintero, transcribo aquí un fragmento de mi libro Escrito en cirílico… en el que hablo de la exposición de estos cinco artistas en Cienfuegos en el año 2011, pero que se ajusta muy bien también a esta nueva muestra recién presentada en La Habana en mayo y junio del 2013:
“Al describir la obra de Juan Karlos Echeverría, Alain Martínez, Rolando Quintero, Jorge Sanfiel y Camilo Villalvilla, el crítico de arte y Presidente provincial de la Asociación Hermanos Saíz en Cienfuegos, Antonio Enrique González Rojas, insiste una y otra vez en la fallida transculturación entre lo soviético y lo cubano.
Paralelo a estos paulatinos procesos de apropiación y asimilación de elementos, prácticas e ideas externas, suceden procesos de injerto forzado, de asimilación asistida de referentes y tradiciones ajenas, dictadas desde la conveniencia coyuntural.
Suerte de pretendida inseminación artificial y artificiosa sin pregnancia alguna a la larga, una vez difuminadas las intenciones motivadoras del proceso. (Perlavisión)
En su blog personal, el también periodista afirma que
como la dominación debe ir precedida de la preeminencia cultural, so pena de provocar la más implacable reluctancia de quien ve invadida la médula nacional, sobre el lecho de Cuba se concertó a toda prisa, hace más de medio siglo, un erecto entramado ideológico. (Homo Sapiens)
Sin embargo, la muestra en sí da cuenta de una presencia soviética que dejó su impronta en una generación de cubanos que ha entrado en la edad creativa y productiva coincidentemente con el fin del imperio soviético. Esta generación, la comunidad sentimental soviético-cubana, es depositaria de una educación tanto académica como sentimental en la que lo soviético es parte principal, y aflora como referente en su producción cultural.
Aunque comparada con otros procesos de transculturación formadores de la identidad cubana, como la simbiosis española-africana y en menor medida, asiática, la relación que se estableció entre las culturas cubana y rusa fue de mucha más corta duración y la zona de contacto entre ambas, mucho más reducida. No obstante, la relación a todos los niveles entre Cuba y la Unión Soviética dejó huellas mucho más profundas que la imitación de modelos burocráticos y partidistas, y la planificación quinquenal de la economía. El artículo de González Rojas informa, al negarla, esta huella. En una parte de su texto, dice: “volaron de Este a Oeste con el viento, y regresaron en un momento, tomando al Norte por guía. Nunca olvidando que al caer, lo que les fue pedido hubieron de hacer”. Este fragmento, con el que describe la muestra plástica y que pareciera no tener ningún sentido, usa referentes que solo son reconocibles por la comunidad sentimental soviético-cubana: se trata de los animados soviéticos “La florecita de siete colores”, uno de los “muñequitos rusos” habituales en las tardes infantiles cubanas entre los años sesenta y noventa.
Quizás, más que de transculturación como proceso acabado, sería conveniente hablar de una identidad cubana actual en transición, cruzada por las múltiples y variadas influencias a la que ha estado y está expuesta. Desde esta perspectiva, es posible señalar que durante al menos tres décadas (entre los sesenta y los noventa), la identidad cubana tenía casi como únicos referentes, los provenientes del campo socialista. Con estos referentes, a los que alude González Rojas en sus artículos, elaboran –también– sus obras creativas los cubanos educados durante el período soviético de la Revolución cubana.
En las pinturas de los jóvenes creadores cienfuegueros los otrora símbolos identitarios soviéticos son resemantizados, desproveyéndoselos de sus vínculos ideológicos, adecuándoselos a la realidad cubana; se hacen, de alguna manera, cubanos. Este proceso de deconstrucción de los íconos del pasado socialista permite la (re)construcción de un nuevo espacio afectivo, cultural y social donde se negocian nuevos significados para los otrora significantes soviéticos. Mediante esta economía cultural, la comunidad sentimental soviético-cubana es capaz de adaptarse a los nuevos tiempos en los que tanto los productos como las formas de consumirlos han cambiado.
Una de las obras más significativas de la exposición cienfueguera, del pintor Camilo Villalvilla (Salvador Díaz de Villalvilla Soto), muestra a la Catedral de La Habana, flanqueada por dos torres de la Catedral de San Basilio, de Moscú. Esta simbiosis entre las dos imágenes reconocibles como cubana y rusa, respectivamente, provee una nueva lectura donde las torres de San Basilio se han criollizado, se han aplatanado y ni siquiera causan extrañeza al espectador. No se trata ya de la realidad cubana o la rusa, sino que sobre el lienzo ha surgido una nueva realidad cubano-rusa.
Según González Rojas,
Camilo advierte la necesidad de corregir rumbos a partir del conocimiento pleno, racionalizado casi hasta el ajuste de cuentas, con los responsables del mutismo histórico. Avanza hacia el pasado virgen, revisita (con sus sólidos trazos, aprehendidos durante su formación como arquitecto en la Universidad Central “Martha Abreu” de Las Villas) íconos y símbolos que pesan en la memoria socio-cultural colectiva. (“El recuerdo donde duele”)
Este ajuste de cuentas con el pasado otorga la posibilidad de tomarlo como punto de partida creativo de una generación que se reconoce en esta iconografía, traerlo al presente y llamar al espectador a una reflexión sobre ese pasado. Los artistas se convierten así en “historionautas” –como los llama González Rojas– que nos permiten navegar, de manera más reconciliada, con una parte de nuestra historia.
Una segunda obra, la escultura “Glass-not”, también de Camilo Villalvilla, presenta una granada de mano pintada como si fuera una matrioshka, haciendo converger así juego y guerra, infancia y adultez en un objeto cuyo sentido bélico sigue estando presente, pero al que vemos ahora revestido de una falsa inocencia. Esta granada-matrioshka hace “explotar” los recuerdos de esa generación de cubanos, la comunidad sentimental soviético-cubana, que en su infancia jugaba con matrioshkas llegadas desde la URSS, mientras que en su temprana juventud aprendía a usar AK-47 y granadas de mano. Es precisamente esta falsa inocencia lo que otorga un carácter provocador al objeto” (Escrito en cirílico… 331-335).
Las obras que fueron presentadas en la exposición “La bota rusa” son:
De Rolando Quintero:
- Jugueteando (2011, Acrílico sobre lienzo. 73×60 cm)
- Nostalgia (2011, Acrílico sobre lienzo. 73×60 cm)
De Camilo Villalvilla:
- Sofisma (2013, Mixta sobre lienzo. 65×40 cm)
- ST (2013, Carboncillo y acrílico sobre lienzo. 80×60 cm)
- Instrumento (2011, Carboncillo y acrílico sobre lienzo. 90×80 cm)
- Krasnaya Dream (2013. Carboncillo y acrílico sobre lienzo. 150×120 cm)
- Play Off (Mixta sobre papel (2013. 33×15 cm)
- ST. (2013. Mixta sobre lienzo. 20×30 cm)
- ST. (2013. Collage sobre lienzo. 20×30 cm)
- ST (2013. Collage sobre lienzo. 20×30 cm)
- Construcción imposible. De la serie Tesis, antítesis y síntesis (2011. Carboncillo y acrílico sobre lienzo. 90×80 cm)
De JK Echeverría:
- No cuesta nada. (2013. Mixta. 35×24 cm)
- Después de todo (2011. Mixta. 35×16 cm)
De Alain Martínez:
- Príncipe Iván. (2013. Técnica mixta sobre lienzo. 50×70 cm)
- Desde dentro. (2013. Técnica mixta sobre lienzo. 70×50 cm)
- Inflamable (2013. Técnica mixta sobre lienzo. 70×50 cm)
- Hora de corte. (2013. Técnica mixta sobre lienzo. 50×70 cm)
- Basilisa (2013. Técnica mixta sobre lienzo. 30×20 cm)
- Producto natural (2013. Técnica mixta sobre lienzo. 30×20 cm)
- Diversión ideológica (2013. Técnica mixta sobre lienzo. 30×20 cm)
- Strike a los bolos. (2013. Técnica mixta sobre lienzo. 50×110 cm)
- Dos partes (2013. Técnica mixta sobre lienzo. 30×20 cm)
De Jorge Luis Sanfiel:
- La boda rusa (2011. Acrílico sobre lienzo)
- Una rusa da cobijo a 100 gatos (2011. Acrílico sobre lienzo)
- El actor (2011. Mixta sobre lienzo)
- Gatos en la aldea (2011. Mixta sobre lienzo)
- Gatos esquiando (Acrílico sobre lienzo)
- Sorprendente, una boda desde la ventana (2011. Acrílico sobre lienzo)
- Miramos el porvenir (2011. Mixta sobre lienzo)
Esculturas: Salva, oh se–ñorr a tu reba–ño–oo (2011. Dimensiones variables)
De Rolando Quintero:
- Cena para dos (2011. Acrílico sobre lienzo. 61×46 cm)
- Ella trae el pan (2011. Acrílico sobre lienzo. 61×46 cm)
- Llegó la primavera (2011. Acrílico sobre lienzo. 61×50.5 cm)
Notas:
(1) “Esta exposición sin precedentes a la cultura rusa propició la formación de una comunidad imaginada y sentimental que se sabe única e irrepetible. Tomando como punto de partida la definición de Benedict Anderson sobre la comunidad imaginada, para los cubanos educados entre 1960 y 1980, en general, los referentes soviético-socialistas comunes de la infancia y de la educación académica recibida, facilitaron la creación de un imaginario de comunidad sentimental, que otorga pertenencia y cohesión entre sus miembros, a la vez que la diferencia de otras comunidades también imaginadas, incluso cuando la mayoría de los miembros de esta comunidad sentimental soviético-cubana no comparta el mismo territorio geográfico, ni la misma formación académica o formal y mucho menos, la misma ideología social. Los vínculos sentimentales de esta comunidad convergen en ese territorio por excelencia de la nostalgia que es la infancia y primera juventud. Estas etapas, para esa comunidad, estuvieron marcadas por la fuerte influencia y presencia soviéticas en sus vidas. A diferencia de la comunidad imaginada de Anderson, una de cuyas bases de estabilización es la unidad lingüística, en el caso de la comunidad sentimental soviético-cubana existe un bilingüismo pasivo que otorga sentido común a sus miembros. La mayoría de ellos estudió ruso en algún momento y muchos son hijos de parejas cubano-soviéticas. Aunque el ruso no sea la lengua franca utilizada por esta comunidad sentimental y la mayoría no pase de reconocer la transcripción fonética del alfabeto cirílico, el idioma ruso sí funciona como lengua alrededor de la cual confluyen sus miembros y establece un punto de partida para la existencia de la comunidad. El idioma ruso se convierte así en un referente que aunque ha perdido su carga semántica y su función comunicativa, adquiere un nuevo valor: el de agrupar a su alrededor a toda una comunidad sentimental. La generación de los que nacieron y se educaron entre los sesenta y principios de los ochenta, se define a sí misma en relación a una época histórica determinada: los ochenta, cuando en Cuba había acceso masivo al consumo de productos socialistas, principalmente, y se tenía la sensación no solo de vivir en un sitio diferente al resto del mundo, sino de estar haciendo algo para mejorarlo. Esto le otorga un carácter extraordinario, irrepetible, a esta generación: era la generación de la Revolución; era, con defectos y desafectos, lo más cercano que se estuvo nunca del hombre nuevo” (Cfr. Escrito en cirílico: el ideal soviético en la cultura cubana posnoventa. Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2012; y “‘Cuba soviética’: el baile (casi) imposible de la polka y el guaguancó”. La Gaceta de Cuba. Dossier “Nostalgia de Misha”. No. 1. Enero-febrero, 2010: 3-5).
(2) Según Luiz Costa Lima: “Parece, em primeiro lugar, útil ressaltar que, na antropofagia, o inimigo não é identificado com algo impuro ou com um corpo poluído, cujo contato então se interditasse. Esta antes seria uma concepção própia aos puritanos. Deste modo, a negação do inimigo, sua condenação ao completo esquecimento representa o avesso do que postula o Manifeto. Em segundo lugar, convém destacar que a antropofagia, tanto no sentido literal como no metafórico, não recusa a existênçia do conflito, senão que implica a necesssidade da luta. Recusa sim confundir o nimigo com o puro ato de vingança. A antropofagia é uma experiência cujo oposto significaría a crenca em um limpio e mítico conjunto de tragos, do qual a vida presente de um povo haveria de ser contruída” (Costa Lima, 1991: 26). Web. 31 July 2013.<http://www.cialc.unam.mx/pensamientoycultura/biblioteca%20virtual/diccionario/antropofagia.htm>
En español: (Parece, en primer lugar, útil resaltar que, en la antropofagia, el enemigo no es identificado con algo impuro o con un cuerpo contaminado, cuyo contacto entonces se interfiriera. Ésta sería antes una concepción propia a los puritanos. De este modo, la negación del enemigo, su condenación al completo olvido representa lo contrario de lo que postula el Manifiesto. En segundo lugar, conviene destacar que la antropofagia, tanto en el sentido literal como en el metafórico, no rehúsa la existencia del conflicto, sino que implica la necesidad de la lucha. Rehúsa sí confundir al enemigo con el puro acto de venganza. La antropofagia es una experiencia cuyo opuesto significaría la creencia en un limpio y mítico conjunto de trazos, del cual la vida presente de un pueblo habría de ser construida).
(3) Para leer el Manifiesto completo, consúltese: Oswald de Andrade. Manifiesto-Antropofago
(4) Cfr: Escrito en cirílico… p. 331.
(5) Cfr: Morales Valido, Charly. “Nu, Pogodi! Regresan los Muñequitos Rusos…”. On Cuba. 23 de julio, 2013. Web. 31 July 2013. <http://www.oncubamagazine.com/economia-negocios/nu-pogodi-regresan-los-munequitos-rusos/>.